sábado, 27 de diciembre de 2008

Por y para Carlos

A mi hermano pequeño, Carlos. Al recuerdo que tengo de él a través de la ventana de la UCI, en el hospital de San Pablo. El vidrio nos separaba de Carlos en sus últimos momentos de vida, intubado y viendo cómo una lágrima resbalaba desde sus ojos hasta la almohada, mientras la voz de mi madre retumbaba en mi cabeza dolorosamente diciendo: “Despediros de él, ya no hay nada que hacer.”

EL VIDRIO
Ya queda poco para la hora de las visitas. Me apetece, pero hoy estoy especialmente cansado, aunque me encanta verles a través del vidrio siempre sonriendo, expectantes, y con sus caras iluminadas por la esperanza. Si hay suerte, vendrá a verme alguno de mis sobrinos. Disfruto viendo en sus ojos esa mirada inocente y picarona que tanto me gusta. La verdad es que en cada una de esas miradas veo tanto cariño, tanta ternura y una capacidad de amor tan grande, que me hace sentir arropado en todo momento, dándome fuerzas para seguir luchando.
Después de un año ingresado en este hospital, pronto me darán el alta. Me ha dicho el doctor que con un poco de suerte, si todo va como se espera, en una semana me iré a casa. Ha sido muy duro estar tanto tiempo enclaustrado en la burbuja, sería genial salir ya por fin.
Dentro de un mes vienen Los Scorpions a dar un concierto y no me gustaría perdérmelo. A mi madre también le hace ilusión que vaya, ha prometido que si me porto bien podré ir. Ella se preocupa mucho, tiene miedo de que no supere esta enfermedad como le ha pasado a otros compañeros de planta, siempre se deprime cuando esto pasa. Se enfada conmigo cuando no me tomo la medicación, pero es que hay veces que no puedo, no me entra ni el vaso de agua para tomármela. Debería esforzarme más, lo sé. Sobre todo por ella, porque está padeciendo por mí, por mi culpa. También mi padre y mis hermanos lo pasan mal al verme así, que por mucho que quieran disimularlo veo la inquietud en sus miradas.
Rosa, por su forma de ser, se desvive, siempre pendiente de que no me falte de nada. Y Ana, pobrecilla, con lo aprensiva que siempre ha sido con las agujas, le tocó ser la donante de médula; ella era la más adecuada y realmente soy consciente del esfuerzo que le ha supuesto y lo doloroso que le resultó, siempre le estaré agradecido.
Hoy estoy cansado, muy cansado y me cuesta respirar; creo que tengo mucha fiebre. He notado que las enfermeras andan un tanto nerviosas y han llamado a mi doctor a pesar de que ya pasó la ronda de visitas. Es extraño que hayan dejado entrar a mi madre. Me da muchos besos y me dice que luche, que pelee, que aún tengo mucho que hacer y he de ir a ese concierto. Pero estoy muy cansado, demasiado cansado para más luchas. No quiero seguir, no puedo más, tengo mucho sueño.
Adiós mamá, adiós papá, adiós mis queridos hermanos. Sé que estáis ahí, detrás de ese vidrio que se me antoja como el lienzo de una fotografía familiar, de mi familia, la más hermosa que haya podido tener nadie; la mejor visión que puedo llevar conmigo allá donde vaya. Gracias por todo, os quiero, sé que siempre estaré en vuestros corazones.

5 comentarios:

Hugo Izarra dijo...

Un abrazo muy fuerte, nena.

Carmen dijo...

Que sean dos los abrazos, el mío más flojo tal vez, pero muy sincero y solidario. Cómo te entiendo... A mí el mayor, a ti el pequeño.

Anónimo dijo...

Estoy enamorado de su valor, de su sinceridad, aunque no la utilice ahora, y de su respeto por ella misma,y en eso creeria aunque el mundo entero sospechara seriamente que ella no era todo lo que debia ser. La amo,y ese es el comienzo de todo. Un beso para Carlos este dende este, y un te quiero para ti.

pav dijo...

Hugo: Muchas gracias, mi niño. Ya está superado.

Carmen: Me los quedo y te doy otro abrazo, flojo pero entrañable. Yo te gano; en mi caso son los dos, el mayor y el pequeño.

Anónimo: Al parecer me conoces y sabes cómo soy, yo no puedo decir lo mismo. Viniendo de un anónimo, no sé qué pensar ni entiendo el sentido que le puedes dar.
Dado el día que es, tendré que pensar que tu comentario es una inocentada.

Anónimo dijo...

ay mi niña, siendo toda una mujer como eres.
Precioso relato, doloroso pero lleno de ternura, como tu misma.